Los resultados preliminares del estudio diabet.es sitúan la prevalencia total de diabetes de tipo 2 en el 12 %, un porcentaje ligeramente superior a los estudios realizados anteriormente en España, a lo que hay que añadir que la prevalencia de obesidad se sitúa en tres de cada diez españoles y la de hipertensión arterial, en cuatro de cada diez.
Si bien es cierto que el aumento en la esperanza de vida conlleva un aumento en la prevalencia de diabetes en los ancianos, cada vez es más frecuente encontrar diagnósticos de diabetes tipo 2 en población joven, donde tiene especial relevancia el sedentarismo, la obesidad y los cambios en hábitos dietéticos que suponen un incremento notable en la ingesta calórica, especialmente en forma de grasas e hidratos de carbono de absorción rápida, que implican un aumento de la resistencia a la acción de la insulina a edades más tempranas.
Cuenta el portal El Médico Interactivo que la probabilidad de que desarrolle diabetes tipo 2 depende de una combinación de factores de riesgo, como los genes y el estilo de vida; y aunque no se pueden cambiar ciertos factores de riesgo como los antecedentes familiares, la edad o el origen étnico, sí se pueden cambiar los que tienen que ver con la alimentación, la actividad física y el peso.
La diabetes supone un factor de riesgo importante para la enfermedad cardiovascular, de tal manera que a diferencia del subcutáneo, el depósito de grasa intraabdominal pone en marcha una serie de mecanismos nocivos, como la liberación de marcadores inflamatorios, que contribuyen a producir la elevada incidencia de enfermedad cardiovascular en esa población.
Parece claro que la inflamación es un factor importante en la obesidad, el síndrome metabólico y la diabetes, no sólo contribuyendo a producir estos trastornos, sino también siendo un vínculo entre ellos. En realidad, hay varias vías que sugieren una interacción entre el sistema metabólico y el sistema inmunitario-inflamatorio, lo cual indica que estos procesos no son mecanismos diferentes sino más bien manifestaciones diferentes del mismo proceso.
El conocimiento del mecanismo involucrado en el desarrollo, la inflamación y la inestabilidad de la placa ha conducido al concepto de exploración de imagen funcional. De tal manrea, más del 80 % tienen hipertensión, cerca del 80 % hiperlipemia, también muchos son fumadores y de hábitos sedentarios. Además, tener antecedentes familiares constituye un factor de riesgo, y tanto si la producción de insulina es insuficiente como si existe una resistencia a su acción, la glucosa se acumula en la sangre, daña progresivamente los vasos sanguíneos y acelera el proceso de arteriosclerosis, aumentando el riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular: angina, infarto agudo de miocardio y la muerte cardiaca súbita.
Mantener unos niveles constantes de glucosa en la sangre (entre 60-110 mg/dl) evita que se produzcan daños en el sistema nervioso, de tal manera que la diabetes puede dañar diferentes órganos: los ojos, con disminución progresiva de visión que puede desembocar en ceguera; los riñones, con pérdida creciente de la función renal que puede terminar en diálisis; el sistema nervioso periférico con alteración de la sensibilidades de los miembros inferiores, lo que supone un grave riesgo de úlceras y amputaciones; el sistema nervioso autonómico con alteraciones digestivas, urinarias y de la esfera sexual (impotencia) y las arterias de las extremidades inferiores con riesgo de amputaciones.
En lo que se refiere a las complicaciones crónicas de la enfermedad, está claro que un buen control glucémico permite reducir la incidencia de las complicaciones microvasculares, retinopatía, nefropatía y neuropatía, mientras que un buen control de la glucemia per se no parece ser tan determinante para prevenir las complicaciones macrovasculares, cardiopatía isquémica, enfermedad cerebrovascular, arteriopatía periférica.
En este sentido, el tratamiento de la hiperglucemia debería contemplarse como parte de un abordaje integral del conjunto de factores de riesgo que presentan estos pacientes (hipertensión arterial, dislipemia, tabaquismo). Así, un tratamiento encaminado a obtener un control glucémico óptimo pero que descuide el resto de factores de riesgo cardiovascular será muy poco racional. De hecho, seguramente será más beneficioso para el paciente diabético obtener mejoría de todos los factores de riesgo cardiovascular, aunque no se alcancen los objetivos de forma estricta en ninguno de ellos.