Cuando los tatuajes pueden ayudar a controlar la diabetes

Desde hace algún tiempo, los tatuajes han dejado de ser solo un asunto decorativo, para convertirse en una herramienta biomédica con mucho futuro, y esa es una realidad que se basa en el principio de que los tatuajes son para siempre, lo que se contrapone a la realidad de que las células de la dermis no lo son, hasta el punto de que estas células cambian bastantes veces a lo largo de la vida.

 

Si es así, cabe preguntarse ¿por qué no desaparece la tinta con las células?, una cuestión que los investigadores suelen responde que el misterio de los tatuajes se escondía en los macrófagos, un elemento central del sistema inmunitario que se especializa en reconocer, engullir y destruir células dañadas, muertas o distintos tipos de infecciones.

Serían, por decirlo de alguna manera, los que hacen el trabajo sucio del sistema inmune, una condición que, una vez qué entendido cuál es el mecanismo que está detrás de los tatuajes, es más fácil empezar a pensar en ellos como  una especie de biosensores dérmicos inyectables, es decir, una herramienta mínimamente invasivas que permite controlar los metabolitos presentes en el líquido interticial.

Así las cosas, los científicos están empezando a pensar en tatuajes que puedan cambiar de color y así señalarnos nuestros niveles de glucosa o albúmina.

Así las cosas, un equipo de la Universidad Técnica de Munich ha conseguido desarrollar unos pigmentos que reaccionan con distintos indicadores y permiten controlar la diabetes o la insuficiencia hepática de forma sencilla a nivel visual, algo que podría venir muy para los niños con diabetes tipo 1, por ejemplo, y que combinado con un smartphone capaz de reconocer e interpretar las tonalidades del tatuaje, podría llegar a obtener lecturas cuantitativas muy precisas sin necesidad de pinchazos.

En esta línea, también se ha hablado de unos novedosos "tatuajes OLED" que permiten colocar luces directamente en la piel; aunque, un enfoque biotecnológico que abre puertas muy interesantes en la medida en que vamos aprendiendo a escuchar y a visualizar los mensajes que nos lanza nuestro propio cuerpo.

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