Patrulla canina contra la diabetes

Los alumnos que han vuelto al cole en el Lyceo Francés Molière situado en la localidad madrileña de Villanueva de la Cañada (España) se han encontrado en el patio a entrar en clase dos perritas –Lupa y Moka– que, desde el comienzo del año escolar, acompañan a sus dueñas en silencio.

Se trata de dos hembras de la raza Jack Russell de dos y tres años de edad, que vigilan y alertan a Ana y Eva Arróniz –de 11 y 13 años respectivamente–, que sufren desde los cinco años diabetes tipo 1, de cualquier alteración en sus niveles de glucosa.

Tras una adaptación progresiva de varios meses a la vida escolar, las perras entran con correa y arnés a las aulas se han convertido en un estudiante más, aunque a ellas se les consiente no prestar atención al profesor, sino a sus dueñas. “Lo interesante con Lupa y Moka –que han recibido un exhaustivo entrenamiento– es que se anticipan a cualquier cambio importante en los niveles de azúcar de las niñas”, ha explicado Delphine Delaittre, madre de las adolescentes, para quien esta ayuda es vital, sobre todo por las noches.

Para esta familia, una de las primeras en contar con este exclusivo servicio, la vigilancia las 24 horas del día de las perras de asistencia era uno de los principales objetivos. “Nuestros padres se despiertan muchas veces por la noche a medir nuestros niveles porque nos podemos quedar en coma”, cuenta Eva, la mayor de las hermanas, que confiesa que las perritas aún están esforzándose para mantenerse alertas mientras ellas duermen.

Los perros, con una gran sensibilidad olfativa entre 40 y 60 veces mayor que la humana, identifican una sustancia química –llamada isopreno– que desprenden las personas diabéticas a través de la respiración, según ha revelado recientemente un estudio de la Universidad de Cambridge en la revista Diabetes Care. “Es un olor que incluso les llega a molestar”, explica Ana, que puede alejarse de su amiga canina en clase de deporte porque Lupa puede olerlo desde muy lejos.

Cuando las perras detectan alguna anomalía en el organismo de sus dueñas recurren al marcaje mudo mirándolas a los ojos, levantando la cabeza, dándoles toques en las piernas con el hocico, o directamente ladran. “Dan a las niñas unos 20 o 30 minutos de margen”, asegura Francisco Martín, director del centro de entrenamiento Canem en Zaragoza. Según el entrenador, el aviso de las perras evita que los niveles sigan bajando o subiendo. En definitiva, “mejora su calidad de vida”.

Una vez que reciben el mensaje, Ana y Eva miden sus niveles de glucosa con un sensor que no requiere pinchazo en el dedo y recompensan a sus mascotas con una galleta. “Si el sensor indica que los niveles están muy bajos, tomo azúcar en compotas, zumos, galletas o hidratos de carbono, y si son altos, me pincho insulina”, detalla Ana.

La alta esperanza de vida de esta raza de perros la ha convertido en la candidata idónea para este tipo de asistencia con menores: son muy duros, longevos (pueden vivir hasta los 17 años), y aportan garantías veterinarias, además de ser de pequeño tamaño para un mejor manejo por parte de los niños. Además, se selecciona y esteriliza a ejemplares hembra de Jack Russell por ser más dóciles. “En una primera fase se les entrena para que identifiquen el olor. En la segunda se trabaja en casa con los niños”, cuenta el experto.

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