La diabetes destaca entre las consecuencias de la dieta 'low cost' impuesta por la inflación

La inflación está obligando a muchas familias españolas a replantear su cesta de la compra, donde apenas hay rastro de frutas, verduras, carne o pescado fresco desde hace meses; productos, todos ellos, básicos en cualquier dieta saludable por su aporte nutricional. Esta realidad está provocando algunas consecuencias desagradables, y el incremento de la diabetes se encuentra entre ellas.

 

Así las cosas, la subida sostenida del precio de algunos alimentos ha abocado a las familias con menos recursos económicos a nuevas dietas low cost, alejadas de las que mantenían antes de que el IPC marcara la alimentación, y, en general, con productos «menos saludables», de modo que los alimentos frescos hace tiempo que han saltado de los carros de la compra del consumidor medio para dejar espacio a los packs de comida preparada, los congelados y algunos procesados, según coinciden las estadísticas de diversas centrales de consumo.

De esta manera, expertos en Salud y Nutrición citados por el diario ABC en un artículo sobre este asunto, han advertido del impacto en la salud de estos cambios en la dieta impuestos por la inflación, determinando que no son efectos agudos, pero sí a largo plazo, que «pueden derivar en problemas graves de salud». De este modo, «dejar de consumir frutas, verduras y hortalizas, así como producto fresco en general, supone reducir la ingesta de nutrientes básicos, vitaminas, antioxidantes, y otros aportes nutricionales imprescindibles», ha advertido  el catedrático emérito de la Facultad de Farmacia y Ciencias de la Alimentación de la Universidad de Barcelona (UB), Abel Mariné.

El experto ha recordado en este sentido que «una buena alimentación es la mejor de las medidas de salud pública», para añadir que «es evidente que comer peor empeora la salud», y subrayar la necesidad de ingerir cinco piezas de fruta y vegetales al día para tener una ingesta saludable.

De esta manera, el experto ha explicado que «investigaciones sólidas realizadas en estos últimos años constatan que en las zonas de Europa en las que se consumen más frutas, verduras y hortalizas, la incidencia del cáncer es menor. Esto es una evidencia», mientras que la profesora del Departamento de Nutrición, Ciencias de la Alimentación y Gastronomía de la UB Carmen Vidal, defiende que «hay una regla básica para tener una alimentación saludable, que es aumentar la ingesta de fruta y verdura y reducir la de procesados. Ir en contra de esta recomendación puede tener impacto en la salud», que advierte de que ese giro en la dieta marcado por la subida de precios «tiene especial incidencia en aquellas famlias más vulnerables», y que «los efectos de la inflación no son los mismos para todos», coinciden los especialistas.

En este sentido, un estudio de la Fundación Pau Gasol advierte, por ejemplo, de que en las familias más vulnerables desde el punto de vista socioeconómico, el porcentaje de obesidad infantil ronda el 16 %, frente al 11,2 por ciento de media de los hogares españoles. «Esa situación de base ha ido a peor con el encarecimiento de los alimentos y no hay visos de que mejore», reconocen los expertos.

De este modo, Vidal advierte de que abandonar la dieta saludable supone un factor de riesgo para sufrir las denominadas enfermedades crónicas no transmisibles; entre ellas la diabetes, la obesidad, la hipertensión, el cáncer o los trastornos cardiovasculares. En este sentido, ha explicado que «aparecen cuando ingieres alimentos que conllevan un exceso de energía, sal, grasas saturadas, etc...».

Mariné y Vidal apuntan que la dieta mediterránea «hace tiempo que dejó de seguirse y que la inflación desbocada la ha alejado aún más de algunos hogares».

Para sobrellevar de la menor manera esta situación, los especialistas ofrecen alternativas, de modo que para compensar la ausencia de verduras y hortalizas frescas recomiendan la opción del congelado, siempre que el proceso de congelación y descongelación sea el correcto; sugieren el uso de aceite refinado de oliva o el de girasol alto oleico en lugar del aceite extra virgen, excesivamente caro, y también los refrigerados para suplir la ausencia de pescado. 

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