Una investigación reciente publicada por el Journal Applied Physiology admite que el ejercicio y la inactividad son modificadores de la función de las células beta y el riesgo de diabetes tipo 2, y analiza los factores que se ponen en juego cuando una persona hace ejercicio, cuando deja de hacerlo y se vuelve inactivo.
En este sentido, la doctora Clotilde Vázquez, jefa del Departamento de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid, ha explicado que “elementos que modifican la secreción de la célula Beta pancreática desde los cambios que el ejercicio o el sedentarismo producen sobre el músculo, hígado, intestino, sistema nervioso autónomo y corteza suprarrenal. La disfunción de la célula Beta pancreática es la primera anomalía que sucede en el comienzo de la diabetes tipo 2. Este estudio refuerza la necesidad de priorizar las acciones en este tipo de pacientes encaminadas aumentar un ejercicio físico sostenible y evitar el sedentarismo”.
Vazquez ha detallado que “las causas de la diabetes tipo 2 son múltiples, pero la más frecuente de todas es la disfunción de la célula beta pancreática”, para añadir que “esto ocurre como consecuencia de factores ambientales que concurren en una persona con cierta predisposición genética. De hecho, la diabetes tipo 2 tiene un componente hereditario mucho mayor que la diabetes tipo 1, pero solo se desarrolla en general si a lo largo de la vida concurren algunas otras circunstancias como el paso de los años (que no podemos modificar) y otros factores modificables: la obesidad, especialmente si la ganancia de grasa es abdominal con aumento de la grasa visceral, el sedentarismo y una alimentación incorrecta. Casi el 90 % de las personas con diabetes tipo 2 tienen sobrepeso u obesidad. Ahí se ve la importancia que juega esta ganancia de grasa sobre la aparición de la diabetes”.
Según recoge un amplio reportaje publicado en el diario El País, los metanálisis admiten que “hay evidencia sólida de que el ejercicio aeróbico regular solo o en combinación con el entrenamiento de fuerza es efectivo para mejorar la calidad de vida en adultos con diabetes tipo 2″.
En este orden de cosas, la importancia de ese estilo de vida es clave, por lo que “una persona sedentaria con solo sobrepeso y una alimentación incorrecta tiene muchísimas papeletas de desarrollar una diabetes tipo 2, mientras que una persona activa con una alimentación sana, es muy probable que se pueda defender, aunque tenga sobrepeso y predisposición genética. Los tres factores de estilo de vida influyen no solamente sumatoria, sino exponencialmente. Pero la actividad física y la alimentación sana son cruciales”, ha subrayado la doctora Vázquez.
Organismos como la American College of Sports Medicine (ACSM) han incluido entre sus recomendaciones todos estos factores, teniendo en cuenta que la alta intensidad tiene mayores efectos beneficiosos que el entrenamiento de fuerza de intensidad baja a moderada en términos de manejo general de la glucosa y atenuación de los niveles de insulina, algo que ya refuerzan metanálisis como el publicado por International Journal of Environmental Research and Public Health.
De esta manera, la organización internacional recomienda realizar ejercicios que impliquen grandes grupos musculares, dos o tres días a la semana, pero nunca en días consecutivos, al 50 % al 69 % de 1RM (repetición máxima), o vigoroso al 70 % al 85 % de 1RM.
Sobre los riesgos de descontrol de la patología, la especialista anima a poner soluciones, ya que “una diabetes tipo 2 aumenta inmediatamente el riesgo cardiovascular junto a otros riesgos. La enfermedad cardiovascular es la primera causa de muerte en nuestra sociedad, la causa de muerte más frecuente en mujeres mayores de 50 años y con mucho, la causa más frecuente de muerte en la población que padece diabetes tipo 2″.