Diversas investigaciones en humanos y roedores vienen mostrando que la alimentación restringida en el tiempo en forma de ayuno intermitente, podría ayudar a perder peso y a mejorar indicadores de salud como el azúcar en sangre o la presión arterial; pero un estudio piloto publicado recientemente en la revista Cell Metabolism ha revelado ahora que los efectos de este tipo de dieta se incrementan en personas a las que se había diagnosticado síndrome metabólico y, por tanto, tienen mayor riesgo de padecer diabetes o enfermedad cardiaca.
El síndrome metabólico se caracteriza por tener tres o más factores de riesgo de entre padecer azúcar en sangre en ayunas, presión arterial alta, niveles altos de triglicéridos, colesterol HDL bajo y obesidad abdominal; y los investigadores encontraron en una muestra de 19 participantes, que cuando se restringía su alimentación a 10 horas o menos durante un período de 12 semanas, estos perdían peso y mejoraban algunos de estos síntomas.
Satchidananda Panda, profesor del Instituto Salk de Estudios Biológicos (California) y uno de los autores de esta trabajo, ha explicado que “a los pacientes diabéticos se les aconseja no ayunar y hacer comidas pequeñas durante sus horas de vigilia. Nosotros desafiamos este dogma y encontramos una mejora en la regulación de la glucosa en sangre y también en su hipertensión”.
De esta manera, este estudio confirma cómo una ventana de tiempo de 10 horas se convierte en una intervención efectiva para ayudar a los pacientes con prediabetes o diabetes en etapa temprana, así como a aquellos con hipertensión o colesterol alto.
“Hay mucha polémica sobre el ayuno intermitente y sobre el tiempo necesario para obtener beneficios”, ha explicado Panda, que ha añadido que “este patrón parece efectivo y no es tan restrictivo como para que la gente no pueda seguirlo a largo plazo”, aunque se muestra cauto con su impacto a largo plazo, al afirmar que “es demasiado pronto para decir que esto cambiará la práctica clínica. Se necesitan estudios más grandes antes de que se implementen las recomendaciones”.
En los tres meses de estudio, los participantes, que en su mayoría padecían obesidad y el 84 % tomaba al menos un medicamento como estatina o antihipertensivo, podían decidir a qué hora y cuánto comer, siempre y cuando todo el consumo de alimentos ocurriera en un plazo de 10 horas. “De forma general, los pacientes eligieron desayunar más tarde, unas dos horas después de despertarse, y cenar más temprano, unas tres horas antes de irse a la cama”, indica ha indicado Panda.
Tras las 12 semanas, se redujo de media un 3 % su peso, índice de masa corporal (IMC) y grasa abdominal/visceral, y muchos también disminuyeron su colesterol y presión arterial, mejorando los valores de glucosa en ayunas.
También reportaron en general tener más energía, y algunos pudieron bajar o dejar de tomar sus medicamentos después de completar el estudio. En general, los pacientes concluyeron que el plan era más fácil de seguir que contar calorías o embarcarse en un programa de ejercicios; aunque para cualquier persona que esté considerando probar el ayuno intermitente, los autores recomiendan consultar primero con un médico.