Los perros con diabetes no fabrican toda la insulina que su cuerpo necesita. La insulina es una hormona que genera el páncreas del animal y que viaja por la sangre para ayudar a transformar los alimentos que el can ingiere en nutrientes que puedan ser aprovechados por sus músculos y órganos.
En algunas ocasiones, el páncreas del animal funciona de forma correcta y es su cuerpo, por el contrario, el que no ha aprendido a aprovechar esta valiosa hormona de forma adecuada. En ambos casos el resultado es parecido: el azúcar (glucosa) de los alimentos se acumula en la sangre porque no llega a las células que la necesitan. Y sin esta glucosa, el cuerpo de nuestra mascota no obtiene la energía que requiere.
La diabetes es una enfermedad que acompañará a nuestro perro a lo largo de toda su vida. El can que padece esta patología necesitará vigilancia veterinaria de forma regular, ya que la falta de insulina puede causar, entre otras dolencias, problemas en el funcionamiento del corazón.
Otros trastornos que suele desencadenar la diabetes en el perro pueden ser anomalías en el sistema circulatorio o incluso algunos tipos de cegueras. Aunque el control veterinario es insustituible, incorporar pequeños cambios en la alimentación del can ayuda a cuidar de la salud del perro diabético, mientras que permite controlar la enfermedad.
La dieta de un perro que sufre diabetes debe incluir alimentos con altas dosis de fibra. La fibra reduce la velocidad con la que los hidratos de carbono de los alimentos se descomponen y se comporta como un tapón, que frena, al menos en parte, las dañinas subidas repentinas en los niveles de azúcar (glucosa) en la sangre, que suele experimentar el cuerpo de la mascota diabética.
La acumulación excesiva de azúcares en la sangre se produce, de forma especial, después de las comidas, puesto que la insulina encargada de transportar estas moléculas energéticas hasta las células del cuerpo no se halla en cantidades suficientes en el perro diabético, o no funcionan de un modo correcto.
Alimentos como los cereales (entre ellos, la avena y el trigo), el arroz o la soja, son comidas ricas en fibra, por lo que ayudan al can enfermo a mantener controlada la cantidad de azúcar de su sangre. Los dulces y los carbohidratos sencillos se deben reducir de forma notable.,, aunque no conviene sobrepasarse, ya que un exceso de estos alimentos puede provocar molestas flatulencia a nuestra mascota.
Existen, asimismo, algunas vitaminas que, como la fibra de los alimentos, suelen ayudar a los perros diabéticos a mantener controlada su enfermedad. En concreto, la vitaminas C, E y B-6 suelen reducir la velocidad con la que los azúcares se acumulan en la sangre de la mascota.
Los colorantes artificiales que incluyen algunos tipos de piensos comerciales (con tonos rojos, amarillos y verdes extremadamente chillones) pueden ser indicativos de que el alimento posee una gran cantidad de azúcares, muy perjudiciales para el perro diabético. El veterinario podrá aconsejarle en cada caso cuál es el pienso apropiado para alimentar a su mascota.
El cuerpo de la mascota diabética trabaja a un ritmo algo más lento de lo habitual, puesto que la cantidad de hormona insulina programada para atacar a los azúcares de las comidas es mucho menor que en el caso de los canes sanos. Esto explica que reducir las raciones de comida sea una buena idea. Repartir la cantidad diaria de alimento que necesita el perro en varias raciones (al menos dos) distribuidas a lo largo de la jornada, favorecerá que el cuerpo de nuestro amigo sea capaz de atacar mejor a las moléculas de glucosa que incluyan las comidas. La obesidad no beneficia a nuestra mascota diabética, por lo que es aconsejable premiar a su perro enfermo con largos paseos y juegos al aire libre.