Vivir cerca del aeropuerto incrementa el riesgo de padecer diabetes

Vivir cerca de un aeropuerto, donde miles de aviones despegan y aterrizan cada día, supone respirar un aire repleto de partículas ultra finas (UFP) salidas de los motores que penetran en el organismo humano, causando a las personas algunos efectos que aumentan, al menos, un 20 % el riesgo de padecer diabetes y demencia, y un 7 % la hipertensión arterial.

 

Según un estudio desarrollado por la organización Transport&Environment (T&E) basado en datos del Instituto de Salud Pública de Países Bajos (RIVM),  estas partículas ultra pequeñas, que tienen un diámetro inferior a los 100 nanómetros, es decir, 1.000 veces más finas que un cabello, podrían asociarse a 333.000 casos de diabetes, a 280.000 casos de hipertensión arterial, y a unos 18.000 de demencia, en el entorno de los 32 principales aeropuertos europeos, con una población de 52 millones de personas viviendo en un radio de 20 kilómetros de las pistas.

T&E toma el trabajo del Instituto neerlandés para el aeropuerto de Schipol en Ámsterdam y lo aplica a las 32 infraestructuras con más tráfico aéreo, superponiendo las poblaciones que viven en su área de influencia en tres coronas concéntricas: 5 km, de 5 a 10 km y de 10 a 20km de distancia. Madrid, Barcelona, Palma y Málaga están entre los escogidos.

En el entorno de estas cuatro infraestructuras con más vuelos en España viven unos ocho millones de personas afectadas por aire con partículas ultrafinas. El estudio se ha centrado en las UFP porque “debido a su menor tamaño, pueden penetrar más profundamente en el cuerpo, entrar en el torrente sanguíneo y alcanzar órganos internos como el cerebro y la placenta”, subraya el informe.

Estas micropartículas emanan del uso de combustibles fósiles en los motores de las aeronaves. Las PM10 y las PM2,5 son más conocidas e incluso la normativa europea de calidad del aire contempla límites para estos tóxicos. Sin embargo, las UFP han pasado más desapercibidas hasta la última revisión de la directiva de la Unión Europea (UE), que pide que se monitoricen, aunque no traza umbrales.

Dentro de todo el proceso de contaminación asociada a los aviones, el momento del despegue y el aterrizaje es uno de los más sucios, de forma que s e calcula que hasta el 14 % de todas la partículas ultrafinas emitidas por la aviación se producen en el breve tiempo de tomar o abandonar tierra. Estas operaciones se realizan en las zonas más cercanas a la población, al tiempo que estas partículas de los aviones se expanden más que las que salen de tubos de escape de vehículos por carretera, según un estudio del perfil de las micropartículas llevado a cabo por la Universidad de Washington.

También se relacionó, a corto plazo, un empeoramiento de los problemas respiratorios y el incremento de uso de medicinas contra el asma.

Los ciudadanos más en riesgo son, lógicamente, los que viven a menos de 5 km de los aeropuertos, áreas en las que las concentraciones de micropartículas se mueven en un promedio de 5.000 por cm3 de aire. En Madrid rebasan las 8.000, en Barcelona las 6.000, en Palma las 4.000 partículas y en Málaga su promedio en el área de los 5 km es de 2.000 por cm3 de aire.

En este radio de influencia, al comparar con el resto de la población, los científicos del Instituto de Salud Pública de Países Bajos observaron que las probabilidades de desarrollar una demencia o diabetes eran más de un 20 % superiores en los vecinos aeroportuarios. Para el caso de la hipertensión, el estudio detectó un 7 % más de riesgo.

Después se han llevado esos resultados a otros puntos para ver el efecto de la UFP a nivel continental. Los dos factores más importantes a la hora de evaluar los daños de estos tóxicos en la salud son el volumen del tráfico aéreo y la densidad de población: muchas operaciones y muchas personas cercanas resultan en más problemas de salud. En este sentido, los grandes hubs internacionales de Londres y París presentan datos preocupantes, pero el aeropuerto de Lisboa, muy cercano a la ciudad aunque con mucha menor actividad, “tiene un alto impacto en la población”.

Los aeropuertos de Madrid y Barcelona aúnan los dos factores: tienen un alto número de vuelos y una alta densidad de población en la corona más cercana, la de menos de cinco kilómetros a la infraestructura: 207.000 ciudadanos en el caso de Barajas-Adolfo Suárez (para un total de 3,9 millones en la corona de 20 km) y 159.000 habitantes en El Prat barcelonés, con una población afectada total de 2,7 millones de personas.

T&E aboga por forzar un cambio en los tipos de combustible que utilizan los aviones para que estos lancen menos contaminantes. Ahora el 99 % de este fuel se obtiene del petróleo crudo, y su contenido de azufre determina la cantidad de partículas que libera. La organización afirma que si se utilizan los llamados combustibles sostenibles, “se reducirían el 75% de las partículas y el 90% de la masa total”.

A pesar de las consideraciones sobre combustibles, la organización aclara que es más directo apuntar al número de vuelos, ya que “el crecimiento del transporte aéreo constituye la medida más eficaz para reducir las emisiones y la contaminación atmosférica del sector. Establecer topes a las operaciones y sustituir vuelos cortos por alternativas ferroviarias”.

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