Uno de cada siete adultos padece de Enfermedad Renal Crónica (ERC) en algún grado en España, lo que supone el 15,1 % de la población adulta; al tiempo que el 7,8 % de la población adulta ha sido diagnosticada de Diabetes. Además de tener una alta prevalencia, ambas enfermedades crónicas están íntimamente relacionadas.
De hecho, la diabetes es la causa principal de la ERC, según ha explicado la Dra. Assumpta Ricart, gerente de la Gerencia de Procesos Integrados de Salud del Área Asistencial del Servicio Catalán de Salud, que ha explicado que “los pacientes con diabetes e insuficiencia renal son un grupo de riesgo especial, ya que presentan una mayor morbimortalidad”.
Por su parte, el Dr. José Jesús Broseta, nefrólogo sénior del Hospital Clínico de Barcelona, ha apuntado que “cada enfermedad impacta pero dicho impacto, especialmente en la salud cardiovascular, es mucho más importante cuando ambas coinciden".
A esto, se añade el hecho de que el tratamiento de la diabetes en los pacientes con ERC es especialmente complejo y precisa de un abordaje integral, no solo a nivel farmacológico, sino también poniendo un “especial énfasis en la nutrición, el ejercicio físico y el control de factores de riesgo adicional como el tabaquismo y la obesidad”, según observa Ricart.
La enfermedad, que sigue aumentado su presencia, afecta más a las mujeres y a personas con una edad promedio de 79 años, y además, se relaciona con ciertos condicionamientos socioeconómicos, incidiendo en mayor grado en las personas con rentas bajas o muy bajas, lo que lógicamente, repercute de manera considerable sobre el sistema de salud, ya que las personas con ERC necesitan utilizar los servicios sanitarios con mayor asiduidad.
Para reducir la progresión de la ERC asociada a la diabetes, mejorar la calidad y la esperanza de vida de los pacientes, conseguir que descienda la mortalidad y disminuir el consumo de recursos sanitarios, es esencial ua gestión integral y temprana de la enfermedad, aunque el principal reto continúa siendo conseguir un diagnóstico en sus etapas más prematuras.
En palabras del Dr. Joan Francesc Barrot, médico de Familia del Centro de Salud Jordi Nadal, en Salt, “la ERC es una enfermedad silenciosa en sus fases iniciales, lo que significa que muchos pacientes no presentan síntomas hasta que la función renal está significativamente comprometida. Por ello, la detección precoz se convierte en una prioridad de salud pública, especialmente en los grupos de alto riesgo”.
En la mejora de los ratios de detección juega un papel esencial la labor de concienciación e información pedagógica. En este sentido, Juan Carlos Julián, director general de la Federación Nacional de Asociaciones para la Lucha Contra las Enfermedades del Riñón (ALCER), ha explicado que “una encuesta europea entre este tipo de pacientes ha confirmado que un elevado número de afectados manifiesta que no se les hicieron pruebas para detectar la ERC en sus primeras etapas; tampoco se les informó convenientemente sobre el riesgo de evolución ni de qué sintomatología debería haberles alertado”, para añadir que “hoy sabemos que se puede actuar para ralentizar sus efectos, por lo que es importante que los profesionales sanitarios cuenten con las herramientas precisas para la detección y el tratamiento, siguiendo criterios de equidad territorial y socioeconómica en el acceso”.
Según los expertos, también, es necesario mejorar el conocimiento sobre la enfermedad, tanto en los profesionales como en la ciudadanía; así como promover la salud reforzando las acciones preventivas; y cuando no sea posible evitar la progresión de la ERC, deberán entrar en acción, de forma integrada, otros niveles asistenciales que requieran la derivación y la coordinación con los nefrólogos.