Los moluscos del género Conus, conocidos como caracoles cono, producen algunos de los venenos más peligrosos del mundo, que contienen una mezcla de conotoxinas, que pueden ser mortales con una sola dosis al bloquear los canales de iones en las células nerviosas, causando parálisis rápida en peces y otros invertebrados. Ahora se ha descubierto que este compuesto bloquea la liberación de glucagón, una hormona que normalmente contrarresta la insulina, por lo que podría ayudar a tratar la diabetes.
Las conotoxinas son altamente específicas, varían según la especie del caracol, y a pesar de su letalidad, podrían ayudar a tratar diversas enfermedades como la diabetes.
El caso es que un nuevo estudio publicado en la revista Nature Communications ha descubierto que los caracoles cono de la especie Conus geographus utilizan unas toxinas similares a la insulina para inducir un shock hipoglucémico en sus presas, un hallazgo que muestra un caso único de compuestos tóxicos diseñados para manipular el metabolismo de la presa, específicamente la homeostasis o regulación de la glucosa.
Además de insulina, el Conus geographus emplea un agonista selectivo del receptor de somatostatina 2 (SSTR2), un compuesto que bloquea la liberación de glucagón, una hormona que normalmente contrarresta la insulina. Esta interacción exacerba la hipoglucemia inducida por insulina hasta niveles potencialmente mortales.
Este hallazgo no solo ilustra una impresionante forma de mimesis química, sino que también destaca la complejidad de los venenos y la homeostasis de glucosa como una herramienta eficaz para la captura de presas.
El descubrimiento del uso combinado de estas hormonas sugiere que los caracoles del género Conus podrían contener toxinas adicionales que alteran los niveles normales de glucosa, y que tal vez incluyan péptidos similares a las incretinas GLP-1 o GIP, unas hormonas que se liberan en el intestino como respuesta a la ingesta de alimentos y viajan a través del torrente sanguíneo hacia el páncreas, donde estimulan a las células beta para que segreguen mayor cantidad de insulina.
La identificación futura de dichos péptidos podría abrir nuevas vías para desarrollar fármacos y mejorar nuestra comprensión de los mecanismos fisiológicos que regulan el control de la glucosa.
En 1990, el Dr. John Eng descubrió que el veneno del monstruo de Gila causaba un aumento en el tamaño del páncreas de sus presas, y analizando su saliva, identificó un péptido llamado exendina, similar al GLP-1. Egan y su equipo demostraron entonces que una sola inyección de exendina regulaba los niveles de glucosa en ratones diabéticos.
Más tarde, la exendina fue modificada para crear la exenatida, el primer análogo de GLP-1 para, finalmente, desarrollar a partir de ahí la semaglutida, conocida comercialmente con los nombres de Wegovy, Rybelsus o el archiconocido Ozempic. Los efectos del GLP-1 y sus análogos no se limitan al páncreas, ya que cada año se descubren nuevas aplicaciones en otros órganos, lo que ha llevado incluso a iniciar un ensayo clínico para tratar los síntomas de pacientes de párkinson.
Este descubrimiento del veneno del caracol cono y de otras sustancias similares abre la puerta a identificar nuevos agentes que modifican el metabolismo de sus presas, de manera que la promesa de estas moléculas inspirará a los investigadores a seguir explorando los secretos que la naturaleza aún tiene por ofrecer.