Los resultados de un estudio publicado en la revista Science, muestran que los niños que toman menos azúcar durante los 1.000 primeros días de vida desde la gestación, tienen un menor riesgo de padecer diabetes e hipertensión, enfermedades que, además, se puede llegar a retrasar entre dos y cuatro años en función de esta coyuntura.
De esta manera, el estudio evidencia que lo que pasa mientras los bebés están en el útero les puede proteger; aunque la mayor reducción del riesgo se produce desde que el racionamiento de azúcar se extiende más allá de los seis primeros meses, cuando los niños comienzan a comer sólido.
Así las cosas, a los dos años, muchos niños consumen las siete cucharaditas de azúcar diarias recomendadas para los adultos, y casi las triplican en la adolescencia.
La investigación, desarrollada por economistas de universidades de Estados Unidos y Canadá, incluyó a 60.183 personas nacidas entre octubre de 1951 y marzo de 1956 con edades entre los 51 y los 66 años cuando las encuestaron para preguntarles por su situación de salud y comparar a los grupos. Un total de 3.936 participantes fueron diagnosticados de diabetes y 19.644 de hipertensión.
Según detalla el estudio, “el riesgo de diagnóstico de enfermedad aumentó con la edad para todos, pero lo hizo más rápidamente entre los adultos que no estuvieron expuestos al racionamiento”.
La divergencia se empieza a notar cuando los participantes rondan los 50 y se hace más agudas a después de los 60. De esta manera, Jesús Francisco García Gavilán, investigador del CIBERobn del Instituto de Salud Carlos III sostiene que “los resultados parecen indicar que limitar la ingesta de azúcar simple y sus derivados en la infancia podría prevenir o retrasar de alguna manera el desarrollo de problemas de salud crónicos”, al tiempo que considera que la investigación es valiosa por confirmar resultados previos, ya que sus hallazgos “apoyan las recomendaciones de las guías dietéticas de práctica clínica”.
Para evitar relaciones erróneas, el equipo de investigación comprobó que la dieta en la década de 1950 era similar entre las cohortes, salvo el azúcar; y no observó tampoco diferencias en el riesgo de enfermedad por afecciones no relacionadas con la dieta. En todo caso, según apunta García Gavilán, “la disponibilidad de productos ultraprocesados en aquellos años podría ser muy diferente a la actual”.
La infancia, recuerda el estudio, es un periodo crítico para desarrollar el gusto por los dulce, o incluso la adicción, y esto puede elevar el consumo a lo largo de la vida. Así las cosas, de acuerdo con los datos incluidos en la investigación, “más del 70 % de los alimentos comercializados para lactantes o niños pequeños contienen azúcares añadidos en la fórmula, los alimentos o las bebidas” y “a los dos años, muchos niños consumen las siete cucharaditas de azúcar diarias recomendadas para los adultos, y casi las triplican en la adolescencia”.
Para concluir, los cientificos defienden que “nuestros resultados contribuyen a este debate no sólo vinculando el azúcar con la salud, sino también subrayando la importancia de la dieta en los primeros años de vida para controlar el riesgo de enfermedades metabólicas a largo plazo”.