Desde que al pequeño Santiago Martín, un tinerfeño de nueve años, le diagnosticaron diabetes tipo 1, ha tenido que aprender a lidiar con una enfermedad que, pese a que cada vez es más habitual, le acompañará de por vida y condicionará su día a día y el de sus familiares. Ahora, las cosas se han complicado para él en el colegio, y su madre lo ha denunciado.
Hasta hace un año, la diabetes no suponía un impedimento para que el menor acudiera a clase con normalidad, pues en su colegio contaban con un auxiliar de enfermería que controlaba sus niveles de glucosa y, en los peores casos, evitaba que sufriera una hipoglucemia o hiperglucemia.
Sin embargo, según recoge el diario El Día de Tenerife, este curso se ha recortado el horario del sanitario, de siete a cinco horas, y, por tanto, no está presente durante la hora del comedor.
Así las cosas, la madre del niño, Laura Beltrán, ha relatado que durante el primer mes de clase no contaban con la figura de este profesional y que, en octubre, se incorporó pero con menos horas. Esto ha provocado que hasta en tres ocasiones haya tenido que acudir al colegio porque el menor ha entrado en hipoglucemia.
El principal riesgo que acarrea para el pequeño esta situacion es que estos eventos pueden provocar mareos, dolores varios y, en casos más extremos, pérdida del conocimiento o incluso el fallecimiento.
En su centro escolar, El Chapatal, había otras niñas con diabetes, pero algunos han optado por cambiar de colegio y otra tiene una bomba de insulina que facilita la administración. Aun así, han presentado varias reclamaciones a la Consejería solicitando retomar el servicio en el horario del curso pasado. «El año anterior, el auxiliar me entregaba en mano a Santiago, lo que para nosotros suponía una enorme tranquilidad porque él es demasiado pequeño para automedicarse y decidir cuánta glucosa o insulina necesita en cada caso» ha denunciado.
Además, en caso de hipoglucemia grave, alguien con conocimientos adecuados deberá administrarle el glucagón para evitar males mayores. El pequeño sabe hacerse un análisis capilar en glucómetro, avisar si suenan las alarmas de su sensor cutáneo e inyectarse insulina, pero necesita una persona que lo supervise y tome ciertas decisiones. Por este motivo, la solución por la que han optado estos meses es que Santiago adelante su turno de comedor para que el auxiliar le pinche antes de irse.
La Consejería de Educación argumenta que se trata de un centro preferente para alumnado motórico, por lo que hay ciertos profesionales que solo estarán si hay alumnos motóricos que lo requieran, como es el caso de la figura del auxiliar de enfermería. Así ocurrió el curso pasado, cuando un estudiante precisó el servicio a horario completo y, transversalmente, el alumnado diabético se benefició del recurso.
Este año, ese estudiante no está y se ha decidido mantener al auxiliar por la presencia niños con diabetes, pero solo para cinco horas diarias, una condición establecidas en el contrato con la empresa Aeromédica. Por ello, Educación defiende que aumentar las horas para atender a alumnado con condiciones especiales de salud en servicios complementarios conllevaría un incumplimiento de las condiciones de este contrato y daría pie a una denuncia por cesión ilegal de trabajadores.
En el nuevo pliego de prescripciones técnicas, que se está preparando para la licitación de un nuevo contrato, sí contempla la cobertura del servicio de comedor. No obstante, no será una mejora posible con las condiciones actuales, por lo que al menos en este curso la situación no tendrá remedio.
Desde la Consejería aseguran que esta información se le ha explicado a la madre «en reiteradas ocasiones», pero ella lo niega e insiste en que no ha recibido respuesta a sus escritos, y que el colegio no le da ninguna solución. «En el colegio me dicen que se ha quitado del comedor porque está fuera del horario lectivo, que todos tenemos problemas y que si ocurre algo se llamará a la ambulancia, pero yo así no me quedo tranquila», ha revelado la angustiada madre.
En otro colegio concertado no cuentan con sanitarios y han optado por formar al profesorado para que sean ellos los que atiendan a los pequeños con diabetes. Beltrán manifiesta que, en este punto, también le valdría esa opción, ya que «siempre es mejor que lo haga un experto, pero nosotros en casa tampoco lo somos y nos apañamos. Lo que me gustaría es que al menos hubiera una persona que se hiciera responsable durante la hora de comedor».
La madre confiesa que siente como si estuviera «chocando con una pared» y considera que los niños con patologías o necesidades especiales deberían estar más protegidos en los centros educativos.